Las Islas Ons, pertenecientes al Concello de Bueu, se encuentran en la desembocadura de la Ría de Pontevedra. Son parte del Parque Nacional Marítimo-Terrestre de las Islas Atlánticas de Galicia junto con las Islas Cíes, Sálvora y Cortegada. Poseen un alto valor paisajístico y ecológico, pero hoy no hablaremos de la flora y fauna que aquí habitan, sino que nos centraremos en su historia, cultura y tradiciones.
Debido a la disponibilidad de agua dulce en la isla, muchas fueron las civilizaciones que aquí se instalaron. Si hacemos un repaso cronológico, nuestra primera mención hace referencia a los castros. En Ons existieron dos asentamientos castrexos, aunque sólo se conservan restos de uno de ellos, conocido como O Castelo dos Mouros, situado por encima del barrio de Canexol, el cuál nunca fue excavado. El otro castro era conocido como Cova da Loba, y estaba situado en la zona norte de la isla.
A continuación existe un gran vacío a lo largo del tiempo. Hay quien habla de que griegos, romanos, suevos, visigodos y vikingos que ocuparon Galicia dejaron aquí su huella, pero no es hasta la Edad Media cuando Ons aparece en un documento oficial en el que Alfonso III dona la isla a un cabildo compostelano. Durante éste periodo se conoce la existencia de un monasterio, del cual tampoco quedan restos. A día de hoy desconocemos si albergaba a monjes de forma estable o simplemente se utilizaba como lugar de retiro y meditación. Ligado a este edificio, en la playa dos Cans, encontramos un sepulcro conocido como Laxe do Crego, el cual es visible en marea baja y del que se dice que fue la tumba de un monje que habitaba en éste monasterio.
Ya en la Edad Moderna, la iglesia cedió la isla a la familia Montenegro. Fue después de una serie de saqueos que hicieron que la poblacion huyera a la costa, cuando se decidio fortificar la isla, haciendo de éste enclave un lugar mas seguro, permitiendo su repoblación. Así, aún pueden verse los restos de O Castelo da Roda, próximo al puerto. De la otra fortificación apenas quedan unas piedras, pues la mayoría fueron empleadas para construir las casas.
Fue alrededor de los años 40-50 cuando Ons vivió su época dorada, ya que llegó a tener casi 500 habitantes. Los jóvenes pronto dejaban la escuela. Los hombres iban a faenar hasta que podían comprar su propia dorna, embarcacion tipica de Ons, de origen vikingo, de la cual destacan su estabilidad y su manejo, tanto a remo como a vela. Existían varios tipos: as xesteiras, de mayor tamaño, empleadas para la pesca de sardinas, y las dornas polbeiras, de menor tamaño, empleadas para la pesca de pulpo. En cuanto a las mujeres, se casaban, pasando a ocuparse de los hijos, el hogar y el campo. Se cultivaba maíz, centeno, patatas, hortalizas y había vacas, bueyes, ovejas y cabras. Todo ésto, sumado a la abundante pesca de peces y marisco, hacían de Ons un lugar en el que el hambre no existía.
En la isla de Ons, cada grupo de casas constituye un barrio, no un pueblo. Así encontramos el barrio de Canexol, el de Curro, Pereiró... En ellos, podemos encontrar viviendas de dos tipos: Los casais, con dos alturas, pertenecientes a los ricos, y las casetas, sólamente de una altura. En el interior contaban con horno y lareira, además de cortes para los animales. Como curiosidad cabe destacar que todas las ventanas de las casas de la isla se encuentran en la fachada principal, orientadas hacia la ría. También abundan los horreos, la mayoría de piedra y de tipo celeiro con el tejado en dos aguas y ornamentado con cruces y pináculos.
Cambiando de tema, una visita obligada de esta isla es al faro, el punto mas alto, ya que en él habita uno de los últimos fareros que existen hoy en día. Como curiosidad, mencionar que cada faro dispone de un color de luz y una frecuencia diferentes, lo que ayuda a los marineros a orientarse en el mar al ritmo de luces y colores.
Otras visitas obligadas son la del Mirador de Fedorento, llamado así debido a que al asomarse a él venía el olor a putrefacción de la playa de Onza, la pequeña isla de enfrente, dónde varaban cetáceos muertos; y O Buraco do Inferno, del que existen múltiples leyendas. Como su nombre indica, se trata de la entrada al inframundo y, durante las noches de tormenta, pueden escucharse los lamentos de las almas pecadoras que sufren el tormento del fuego eterno. También es puerta de entrada y salida de La Santa Compaña, la cual está protegida por un toro con los cuernos de oro.
Debido al aislamiento que sufria su poblacion, muchas son las superticiones de las Islas Ons. Como por ejemplo, si había una dorna en la que no se pescaba mientras que en las demás si, se creía que estaba enmeigada, por lo que su dueño tenía que ir de noche y varearla con una xesta hasta que estuviese agotado. O que una embarazada que comiese percebes debía evitar que el agua de herbirlos le saltase a la cara, pues si así ocurría el bebé nacería con una mancha en el cuerpo similar a un percebe.
A continuación existe un gran vacío a lo largo del tiempo. Hay quien habla de que griegos, romanos, suevos, visigodos y vikingos que ocuparon Galicia dejaron aquí su huella, pero no es hasta la Edad Media cuando Ons aparece en un documento oficial en el que Alfonso III dona la isla a un cabildo compostelano. Durante éste periodo se conoce la existencia de un monasterio, del cual tampoco quedan restos. A día de hoy desconocemos si albergaba a monjes de forma estable o simplemente se utilizaba como lugar de retiro y meditación. Ligado a este edificio, en la playa dos Cans, encontramos un sepulcro conocido como Laxe do Crego, el cual es visible en marea baja y del que se dice que fue la tumba de un monje que habitaba en éste monasterio.
Ya en la Edad Moderna, la iglesia cedió la isla a la familia Montenegro. Fue después de una serie de saqueos que hicieron que la poblacion huyera a la costa, cuando se decidio fortificar la isla, haciendo de éste enclave un lugar mas seguro, permitiendo su repoblación. Así, aún pueden verse los restos de O Castelo da Roda, próximo al puerto. De la otra fortificación apenas quedan unas piedras, pues la mayoría fueron empleadas para construir las casas.
Fue alrededor de los años 40-50 cuando Ons vivió su época dorada, ya que llegó a tener casi 500 habitantes. Los jóvenes pronto dejaban la escuela. Los hombres iban a faenar hasta que podían comprar su propia dorna, embarcacion tipica de Ons, de origen vikingo, de la cual destacan su estabilidad y su manejo, tanto a remo como a vela. Existían varios tipos: as xesteiras, de mayor tamaño, empleadas para la pesca de sardinas, y las dornas polbeiras, de menor tamaño, empleadas para la pesca de pulpo. En cuanto a las mujeres, se casaban, pasando a ocuparse de los hijos, el hogar y el campo. Se cultivaba maíz, centeno, patatas, hortalizas y había vacas, bueyes, ovejas y cabras. Todo ésto, sumado a la abundante pesca de peces y marisco, hacían de Ons un lugar en el que el hambre no existía.
Dorna, embarcación típica de Ons. Fotografía tomada de ojodigital.com |
En la isla de Ons, cada grupo de casas constituye un barrio, no un pueblo. Así encontramos el barrio de Canexol, el de Curro, Pereiró... En ellos, podemos encontrar viviendas de dos tipos: Los casais, con dos alturas, pertenecientes a los ricos, y las casetas, sólamente de una altura. En el interior contaban con horno y lareira, además de cortes para los animales. Como curiosidad cabe destacar que todas las ventanas de las casas de la isla se encuentran en la fachada principal, orientadas hacia la ría. También abundan los horreos, la mayoría de piedra y de tipo celeiro con el tejado en dos aguas y ornamentado con cruces y pináculos.
Cambiando de tema, una visita obligada de esta isla es al faro, el punto mas alto, ya que en él habita uno de los últimos fareros que existen hoy en día. Como curiosidad, mencionar que cada faro dispone de un color de luz y una frecuencia diferentes, lo que ayuda a los marineros a orientarse en el mar al ritmo de luces y colores.
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Faro de Ons. Fotografía tomada de parquenacionalillasatlanticas.com |
Otras visitas obligadas son la del Mirador de Fedorento, llamado así debido a que al asomarse a él venía el olor a putrefacción de la playa de Onza, la pequeña isla de enfrente, dónde varaban cetáceos muertos; y O Buraco do Inferno, del que existen múltiples leyendas. Como su nombre indica, se trata de la entrada al inframundo y, durante las noches de tormenta, pueden escucharse los lamentos de las almas pecadoras que sufren el tormento del fuego eterno. También es puerta de entrada y salida de La Santa Compaña, la cual está protegida por un toro con los cuernos de oro.
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Buraco do Inferno. Fotografía tomada de google maps. |
Debido al aislamiento que sufria su poblacion, muchas son las superticiones de las Islas Ons. Como por ejemplo, si había una dorna en la que no se pescaba mientras que en las demás si, se creía que estaba enmeigada, por lo que su dueño tenía que ir de noche y varearla con una xesta hasta que estuviese agotado. O que una embarazada que comiese percebes debía evitar que el agua de herbirlos le saltase a la cara, pues si así ocurría el bebé nacería con una mancha en el cuerpo similar a un percebe.
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